¿Quién es Carmen Cervera? ¿Qué adoras y que detestas?
Carmen Cervera: ¡Qué difícil responder esa primera pregunta! Lo primero que me viene a la mente es decir que soy una mujer normal, de 31 de años, que vive en Palma de Mallorca y a la que le gusta leer y escribir, pero eso no es del todo cierto, al menos, no la parte de «normal»… En realidad, soy una soñadora, y, supongo que, también, un poco idealista y eso hace que la «normalidad» no sea algo que destaque especialmente en mi vida, porque me gusta ir en busca de mis sueños. Además, tengo cierta tendencia a cansarme rápido de las cosas, me gusta ponerme retos y conseguirlos, pero, una vez hecho, necesito movimiento, cambio, novedad. Así que, creo, una buena manera de definirme es como una perseguidora de sueños. Dicho esto, la siguiente pregunta es más fácil: adoro las causas perdidas y detesto la monotonía.
¿Recuerdas tus primeros escritos?
Carmen: Sí, al menos algunos de ellos. Recuerdo especialmente uno, al que le tengo un cariño particular, que escribí con once o doce años y que trataba sobre la vida en un pueblo, inspirado en el lugar en el que vivía. De pequeña escribía mucho, incluso más que ahora, y a veces no puedo evitar pensar que en esa época era mucho más fácil escribir, porque hacerlo era simplemente un juego y la inspiración acudía con mucha más facilidad.
¿Cómo surgió la idea de escribir Non Serviam?
Carmen: En realidad, creo que es una idea que ha estado siempre conmigo, quizás no siempre igual, con el mismo argumento, pero sí en esencia, por decirlo de algún modo. No hay un único momento en el que pueda decir que surgió la idea, sino que fue más bien un proceso en el que todo fue tomando forma. Aún así, si tuviera que pensar en un momento en el que surgió la forma que acabó tomando la novela, lo situaría en el invierno de 2010, a raíz de una crisis personal que me hizo cambiar el enfoque de la historia en la que ya estaba trabajando. En ese momento, por primera vez, pude ponerme realmente del lado de «los malos» y tratar de pensar la historia no desde el punto de vista humano, o de la tradición, sino desde el de los vencidos. En esa época llegué a sentirme en muchos sentidos «expulsada del paraíso», así que intentar meterme en la mente del Diablo y de los ángeles caídos fue toda una terapia para mí. Si saqué algo en claro de todo ello, por un lado, es que las cosas no son únicamente negras o blancas, sino que hay una amplísima gama de grises; y, por otro, que no importa lo que te suceda o lo mucho que duela, lo único importante es vivirlo, superarlo y seguir adelante.
En tu opinión, ¿Hay alguna fórmula que resulte útil o mejor a la hora de escribir?
Carmen: En una pregunta anterior decía que a veces me da la impresión de que de pequeña era más fácil escribir porque sólo era un juego, y, para mí, esa es la clave, jugar y divertirse. Creo que el único modo de escribir es disfrutando con ello, divirtiéndose y jugando, tanto con el lenguaje, como con la trama y los personajes. Realmente, cuando intento escribir «en serio» no me sale nada y no es hasta que no me lo tomo todo como una simple diversión, un simple juego, que empiezan a salir las historias. Así que, mi fórmula mágica, es en realidad muy sencilla, aunque a veces, de tan simple, resulte complicadísimo ponerla en práctica.
¿Qué tanto de tu personalidad tienen tus personajes?
Carmen: Supongo que mucho, aunque también creo que tienen mucho de las personas a las que conozco. Cuando escribimos, queramos o no, lo hacemos de aquello que conocemos, aunque lo transformemos o disfracemos, y, además, la escritura es un acto íntimo en el que se vuelca mucho del autor, con o sin conocimiento de causa. Creo que se puede encontrar algo de mí en todos ellos, aunque, sobre todo, hay mucho de mi personalidad en los diablos, y, quizás, también, en Rafael.
¿Cuáles son los escritores que han influido en tu creación literaria?
Carmen: Muchísimos… Mi ejemplo a seguir, sobre todo de jovencita, era Arturo Pérez-Reverte y, después, también Carlos Ruiz Safón, aunque, supongo, me ha influido de una manera u otra todo lo que he leído y, especialmente, la literatura clásica. A veces prefiero perderme en una obra Aristófanes o de Plauto que en un libro contemporáneo y mi libro favorito, el que más veces he releído y hojeado, es el Asno de Oro de Apuleyo.
¿Cuál es tu siguiente proyecto?
Carmen: Intento no pensar a largo plazo, especialmente ahora que estoy embarcada en la promoción de la novela y todo me resulta muy nuevo y desconcertante. Pero, de momento, ya estoy trabajando en la segunda parte de la saga y, además, voy publicando algunos relatos cortos en Binibook (www.binibook.com).
¿Crees que tu novela es muy osada al abordar el tema del diablo desde una perspectiva diferente? ¿No temes la reacción de ciertos sectores sociales?
Carmen: Creo que cambiar el punto de vista y adoptar una perspectiva diferente sobre cualquier cuestión es una práctica muy saludable que, lamentablemente, no solemos llevar a cabo y que podría evitarnos muchos conflictos. Hacerlo como ejercicio intelectual no conlleva ningún riesgo, está bien reflexionar sobre lo que uno cree y piensa, y ponerlo a prueba, no sólo es sano y recomendable, sino altamente gratificante, tanto cuando sirve para reafirmar las propias ideas como cuando sirve para abrirnos la mente a nuevas perspectivas quizás nunca antes imaginadas. Creo que mi novela, en clave de fantasía, invita al lector a poner en práctica ese ejercicio y cambiar el punto de vista, y, como siempre que se hace eso, una vez cerrado el libro y acabada la fantasía, uno puede retomar su punto de vista habitual, o enriquecerlo, o, tal vez, variarlo, y esa es la magia de la lectura y el pensamiento, ambos nos sirven para crecer como personas. Por eso no creo que sea una novela osada, sino sólo una novela más. Si alguien se incomoda por la temática, sin más, le recomendaría encarecidamente que practicara más, en todos los ámbitos posibles, el ejercicio del cambio del punto de vista.
Respecto a la reacción de algunos sectores sociales, realmente, no es algo que me haya planteado, porque me cuesta imaginar que nadie se tome con tal seriedad una novela. No obstante, y volviendo sobre las ventajas de practicar el cambio de perspectiva, si cambio el punto de vista y trato de ponerme en el lugar de un creyente católico, puedo imaginarme, e, incluso, comprender el enfado, y hasta puedo llegar a sentirme solidarizada con ello, así que, más que temer reacción alguna, la comprendería y aceptaría. Me parecería bien, yo creo en la libertad de expresión y de pensamiento, siempre que ese derecho se ejerza respetando el idéntico derecho del resto de ciudadanos.
¿Por qué decidiste escoger la autopublicación en lugar de una casa editorial? ¿Y como ha sido tu experiencia publicando el libro?
Carmen: Por un lado sabía que el libro y su temática, más aún siendo una saga, no encajaba dentro del tipo de publicaciones que buscan actualmente las editoriales en español, y, además, en la situación actual del mercado, es muy difícil que ninguna editorial haga una apuesta fuerte por un autor novel. Así que, puestos a empezar modestamente, mejor hacerlo por mi cuenta y riesgo que, además, me permite llevar a cabo todo el proceso, como el diseño de la portada o la maquetación del libro, cosas, ambas, con las que he disfrutado enormemente. Por otro lado, lo cierto es que, cuando escribí la novela, estaba muy desengañada del mundo cultural y de la industria de la comunicación en general, así que, en el momento de publicar, me pareció lógico no ir a llamar a la puerta de un sector del que en su día me había alejado y con el que no comparto muchas cosas, como, por ejemplo, la política de precios, el abuso al que someten a los autores y otros trabajadores, etc. Siendo así, pensé, que para ser sincera y honesta conmigo misma la autopublicación era la mejor opción.
A día de hoy puedo decir que no creo que me equivocara con la decisión de autopublicarme. Estoy disfrutando enormemente de todo el proceso, desde el diseño del libro, hasta de la promoción del mismo. Y, aunque es difícil, cometo errores, y conlleva mucho trabajo, creo que vale realmente la pena aprovechar los medios disponibles en la actualidad para hacerse cargo uno mismo de la edición y publicación del libro. Es, con diferencia, una de las cosas más divertidas y gratificantes que he hecho en toda mi vida, y, además, no sólo estoy aprendiendo muchísimo sobre cientos de cosas, sino que estoy conociendo a gente maravillosa que, seguramente, de ningún otro modo podría haber conocido.
¿Ha sido difícil logar que tu libro tenga éxito?
Carmen: Bueno, todo depende de lo que uno considere éxito. Para mí el éxito pasa por sentirse realizado y satisfecho con lo que uno hace y, en este sentido, el éxito consiste en poder publicar y llegar a los lectores interesados. Actualmente, las nuevas tecnologías facilitan enormemente el proceso, publicar está al alcance de cualquiera que lo desee y promocionarse también, todo ello con una inversión de dinero mínima, aunque sí con muchas horas de trabajo. La dificultad, quizás, radica en tener los conocimientos necesarios para poder hacerlo todo uno mismo, en ir aprendiendo día a día de los errores que se cometen y en saber gestionar el tiempo del que se dispone para hacer todo lo que hay qué hacer día a día. La autopublicación, bien planteada, es una aventura divertida, y, como todas las aventuras que valen la pena, conlleva dificultades y presenta riesgos.
¿Qué consejo le darías a los nuevos escritores interesados en publicar sus obras?
Carmen: Principalmente que piensen en qué quieren en realidad. Hoy en día existen múltiples opciones para publicar, desde las más tradicionales vía editorial, a las más innovadoras a través de plataformas digitales, y otras muchas intermedias. Todas las opciones son válidas, pero distintas entre sí. Creo que lo mejor es pensar en qué se quiere conseguir, ver cuáles son los requisitos para hacerlo y cuál es la mejor opción de entre todas las existentes para cumplir el objetivo, e ir a por ella. Una vez escuché decir a alguien que para cada problema existen, al menos, diez soluciones, la maestría consiste en encontrar la más adecuada no al problema, sino a la persona que quiere solucionarlo.
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